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La reina Isabel II durante su coronación |
¿Se puede comprobar científicamente la tradición que dice que la monarquía
británica procede de la línea real de David y que son coronados sobre la Piedra
de Jacob?
Hasta hace algo mas de un mes, la reina Isabel II estaba celebrando el
jubileo de diamante, o sea, 60 años en el trono.[1] Seguro que la duración de su reinado sería
la envidia de muchos antiguos reyes, que consideraban una medida de su grandeza
la duración de su reinado. Gran Bretaña ha sido una potencia mundial durante
siglos, y encabeza la “Commonwealth” de naciones repartidas por todo el globo
con cerca de cincuenta países miembros. ¿Como pudieron unas pequeñas islas llegar
a tener tan amplia influencia? ¿Quiénes son los británicos a todo esto?
Cuando uno sigue las raíces de los bretones, escoceses, irlandeses,
galeses, ingleses (anglos y sajones), picts, normandos y celtas, encuentra
evidencias substanciales que todos esos pueblos son descendientes de los
israelitas. La tribu de José parece ser la predominante, pero hay evidencias de
la presencia de varias tribus. Se ha escrito mucho sobre este asunto,[2] pero en esta serie de posts, se tomará
como punto de partida el hecho de que los habitantes de las islas británicas tienen
gran parte de sangre israelita.
1. El trono del rey David
Existe una arraigada tradición de que la línea real
británica es la continuación del trono del rey David del antiguo “Reino Unido”
de Israel y Judá. Al examinar la genealogía de sus reyes podemos ver claramente
su ascendencia de esa línea real. El Señor hizo un convenio con el rey David,
que no dependía de la rectitud de éste. El Señor declaró:
Hice convenio con mi escogido; juré a David, mi
siervo, diciendo: Para siempre estableceré tu
descendencia, y edificaré tu trono de generación
en generación. Selah […] Hallé a David mi siervo; lo ungí con mi aceite
santo. Con él mi mano será establecida; también mi brazo lo fortalecerá. No lo
avasallará enemigo, ni hijo de iniquidad lo afligirá. Mas bien yo aplastaré
delante de él a sus enemigos, y heriré a sus adversarios. Y mi fidelidad y mi
misericordia estarán con él, y en mi nombre será exaltado su poder. Asimismo,
pondré su mano sobre el mar, y sobre los ríos su diestra. Él clamará a mí: Mi
padre eres tú, mi
Dios, y la roca de mi salvación. Yo también le haré mi primogénito, el más
excelso de los reyes de la tierra. Para siempre le conservaré mi misericordia, y
mi convenio será firme con él. Y estableceré su descendencia para siempre, y su
trono como los días de los cielos. Si dejaren sus hijos mi ley y no anduvieren
en mis juicios, si profanaren mis estatutos y no guardaren mis mandamientos,
entonces visitaré con vara su transgresión, y con azotes
sus iniquidades. Mas no quitaré de él mi misericordia, ni faltaré a mi
fidelidad. No olvidaré mi convenio, ni cambiaré lo que ha salido de mis labios.
Una vez he jurado por
mi santidad, y no
mentiré a David. Su descendencia será para siempre, y su trono como el sol
delante de mí; como la luna será firme para siempre, y como un testigo fiel en el cielo. Selah (Salmos 89:3-4, 20-37)
Por tanto, el Señor hizo convenio de que, a pesar de la maldad, los
descendientes de David reinarían sobre Israel para siempre. Si se volvían
inicuos, traerían calamidades sobre ellos mismos y sus súbditos, pero su línea
real continuaría. Esta es una profecía asombrosa. Lo único que podría impedir
que esto se cumpliera sería que la monarquía fuese derrocada o que un monarca
no tuviese un descendiente real que pudiese heredar el trono.
¿Entonces la línea real ha permanecido intacta? Claramente continuó durante
cuatro siglos hasta el rey Sedequías, el último rey de Judá en Jerusalén. En el
587 a.C. durante la caída de Jerusalén ante Babilonia, el rey Sedequías, de la
línea real de David, vio con sus propios ojos la ejecución de sus hijos
(Jeremías 39:6). Fue el intento de Nabucodonosor de terminar la sucesión de los
reyes judíos, pero había un detalle de la ley hebrea con la que no estaba
familiarizado. Una princesa también podría heredar el trono si se casaba con
alguien de la tribu de Judá (Números 27:8; 36:3). ¿Que pasó con las hijas de
Sedequías?[3]
Se nos dice explícitamente que las hijas de Sedequías fueron llevadas a
Egipto junto al profeta Jeremías y otros (Jeremías 43:6). Allí Jeremías
profetizó que todos aquellos que huyeron a Egipto serían destruidos, excepto
aquellos pocos que escapen (Jeremías 44:1-14).
Ahí es donde la historia bíblica de Jeremías termina, excepto por la pista
sobre la misión de Jeremías de que no era solo para derribar, sino también para
plantar (Jeremías 1:10). No se hace referencia alguna a la parte de su misión
de plantar en Jerusalén. ¿Dónde llegó a plantar Jeremías? ¿Y donde estaría el
nuevo reino descrito en la parábola dada a Ezequiel, donde un “cogollo,”
cortado de la rama mayor del alto cedro, sería plantada y crecería en un gran
reino, y que el árbol bajo sería exaltado sobre el alto? (Ezequiel 17:22-24) Ese
cogollo pudo ser la hija de Sedequías.[4]
Para el resto, debemos conocer la historia de la antigua Irlanda. En el siguiente post veremos el relato de historias documentadas, no de meras leyendas
o especulaciones.
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2. E.
Raymond Capt escribió varios libros que resumen muchas evidencias. La
mayor parte de la información de esta serie fue tomada de su libro Jacob´s
Pillar, Muskogee OK, Artisan Publishers, 1977.
3. Un hijo
de Sedequías llamado Mulek que evitó la muerte, y llegó a América y llegó
a ser rey de los mulekitas. Su descendencia continuó produciendo reyes
hasta la época de Zarahemla, alrededor del 120 a.C., cuando los mulekitas
se mezclaron con los nefitas cuyos reyes descendían de José a través de
Lehi (Helamán 6:10, 8:21; Mosíah 25:2; Omni 1:19; Alma 10:3).
4. El
árbol bajo se debe referir a Zera, hijo de Judá, cuyos reinos en Gran Bretaña
superarían al reino de Judá, gobernado por el árbol mayor o Fares.
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